Todo empezó por casualidad. Una mañana cualquiera después de salir a correr, decidí descansar a la sombra de unos arbolitos y realizar mis ejercicios de meditación en el cómodo césped, de un parque casi olvidado cercano a unos antiguos campos charros. Este lugar es la entrada de los peregrinos que vienen del sur y tiene senderos que aprovechan deportistas, paseantes y amantes de los animales.
Cuando me levanté para irme de vuelta a casa ocurrió un cruce inesperado y conocí a la que sería una amiga inolvidable para toda mi vida.